Triunfó. El tercer mercedario que
pregona la Semana Santa en la historia de esta cita, Ismael Maroto, consiguió
ese objetivo con su verbo fácil, mesura en la exposición, la profundidad de su
mensaje, la lección teológica que regaló a los presentes, el esfuerzo por estar
a la altura que exige esta cita y sobre todo encandilar al Villamarta al que convenció
de que es uno de los nuestros, pese a su origen castellano y que sólo lleva
seis años en esta tierra. Defendió a ultranza a las hermandades,
reivindicándose cofrade y costalero de vocación, desnudando su ser cristiano y
de hombre con hondura en su fe, desde la que hizo una encendida apología de
mundo del costalero al que pertenece. Dibujó un 'Camino hacia la luz' que
entraba de lleno en los sentimientos, la fe, la devoción y la 'otra' forma de
vivir la Pasión que tiene Jerez e incluso la suya misma con una proclamación y
demostración sobre su/el ser costalero. Todo esto sin más. Sin pontificar o
enmendar las cosas buenas o malas del hoy de las hermandades y los cofrades.
Casi lleno en el Villamarta. Las
1.250 localidades del teatro no se llegaron a completar por poco. El escenario
estaba decorado con varios centros de gladiolos y azucenas blancas, la cruz de
guía de Los Judíos, un cuadro con la Virgen de la Merced mandado en el centro y
el repostero con el escudo de la Unión de Hermandades. La presidencia estuvo
compuesta por el presentador, Salvador Gutiérrez, la alcaldesa de la ciudad, el
presidente Pedro Pérez, el obispo, José Mazuelos y el asistente eclesiástico de
la Unión de Hermandades, ex pregonero y también mercedario, Felipe Ortuno
Marchante.
El repertorio musical fue
distinto al previsto, tal vez influenciado el pregonero por la controversia
creada ante su selección inicial. Por este orden, sonó Esperanza de la Yedra,
de Andrés Muñoz antes de abrirse el telón; la adaptación a banda de la sevillana
Costalero, del grupo Los del Guadalquivir, con el telón arriba, y Virgen del
Desconsuelo, de Francisco Orellana tras la presentación.
Abrió su pregón exaltando a la
Virgen de la Merced a la que se encomendó en esta misión, versos en los que introdujo
cada una de las advocaciones marianas. Se justificó como pregonero confesando
que hubo momentos en los que dudó si era capaz de asumir el reto. Combinó el
verso y la prosa con buena metáfora, pero ante todo el mensaje y la lectura de
la Pasión de Cristo hilvanada a través de los misterios de la Semana Santa
jerezana. No siguió el orden cronológico del día a día. Fue saltando de un
momento pasional a otro siguiendo como hilo conductor el camino
histórico-evangélico de Jesús a la cruz. Hizo protestación de fe, la suya,
jurando su jerezanía: "...soy de Jerez y quiero vivir este itinerario. Así
lo prometo y lo juro, lo creo y lo confieso. Así Dios me ayude y tenga la
fuerza de sus santos evangelios".
"Mirar a Jesús que carga con
la cruz es situarse en una de las más profundas y conmovedoras experiencias de
fe. Es recorrer un camino de Misión y en él descubrir a Jesús con María",
decía Maroto al Nazareno en todas sus advocaciones. Las hermanas de Jesús
merecieron unos hermosos versos y una clara defensa de esa verdad:
"Gracias a Dios, ellas… seguirán pasando, invisibles, de puntillas cada
madrugá del Viernes Santo".
Este sacerdote de 37 años,
comendador mercedario y otras cosas más, también es costalero, por vocación,
por convencimiento, por que sí y porque así entiende y se encuentra a sí mismo
como cofrade. Del canto y reflexión dedicada a los de 'abajo' se podría extraer
todo, en lo que fue una defensa clara, sincera, emocionada y absolutamente
explícita del por qué ser costalero: "Soy costalero… mi fiel compañero,
por fe rezar se me ha quedado corto. Porque hago oración de mi esfuerzo (...)
Costalero… porque me emociono, como antaño de niño (...) Porque uno se viene
abajo cuando al terminar el Señor te da las gracias y la Virgen-Madre pasa la
mano por tus hombros y te mira… y te besa… y todo se vuelve un sueño del cielo.
Y uno no hace sino volver abajo… a esas trabajaderas que te han castigado. Y
las abrazas y las besas porque en ellas encuentras la fe que has buscado. Soy
costalero… y, mi querido amigo, a pesar de mil razones sigo sin saber por qué.
Porque nos sentimos grandes en Semana Santa… y porque hacemos bonito este
momento de Pasión. Porque me gusta la calle Larga en los ensayos… y la
levantás… y las que a pulso hacen temblar las piernas… Porque cierro los ojos
en esa mecía al cielo (...) Porque me gusta el racheo y no puedo explicar lo
que se siente en la calle Molineros… Porque la calle Cabezas pega como ninguna…
y la calle Francos hay que pasarla pronto. Porque en Tornería nos gustamos… y
porque hay momentos que sólo nosotros conocemos y sabemos".
De antemano, el pregonero ya
insinuó que la coyuntura social no se podía separar del hombre que proclama la
Semana Santa. Así, usando a La Flagelación como argumento, dijo que "en
ese jirón de piel desgarrada lleva impreso el ahogo de esta ciudad que sufre el
latigazo del sufrimiento… el paro que ahoga tantas familias que derraman la
vida en busca de ese sustento al que aferrarse para permanecer enhiestos. Y ese
flagelo se repite una y otra vez sobre la espalda de Jerez".
Con un canto a la luz llegó el
epílogo del hermoso, sincero y profundo recorrido que regaló Ismael Maroto al
Jerez cofrade. Un canto de luz que usó como el camino que señala la verdad de
todo esto: "Jerezalén ha sido bautizada con el llanto apagado de la Madre
y se ha desprendido del olor que impregnaba la tristeza. Ha despertado la luz
que deambulaba huidiza por las colinas de la desesperanza y ha encontrado ese
hueco por el que iluminar una nueva mañana de creación".