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El Arzobispo de Sevilla, Monseñor
Juan José Asenjo Pelegrina, ha hecho pública su carta semanal. La ha dedicado
especialmente a las Hermandades, a los Hermanos Mayores, componentes de las
Juntas de Gobierno y Directores Espirituales con respecto a los problemas
actuales de la sociedad.
"Queridos hermanos y hermanas: Dirijo esta carta semanal muy
especialmente a los miembros de las Hermandades de la Archidiócesis, a los que
manifiesto mi aprecio y afecto, con la conciencia de que estas instituciones
brindan a los pastores de la Iglesia un ingente potencial religioso y
evangelizador, pues son para muchos de sus miembros, lo mismo que la Iglesia,
sacramento de Jesucristo, es decir, camino, medio e instrumento para el
encuentro con Dios.
En este sentido, suscribo de corazón la afirmación del Papa Francisco
en su encuentro con las Hermandades de todo el mundo el pasado 5 de mayo: en
las Hermandades tiene la Iglesia un tesoro porque son un espacio de “encuentro
con Jesucristo”.
Evocando mis encuentros con las Hermandades en sus cultos o en mi casa,
quiero subrayar una vez más a los Hermanos Mayores, Juntas de Gobierno y
Directores Espirituales, la esencial dimensión religiosa de estas
corporaciones. En el comienzo del curso pastoral, quiero pedirles también que
custodien con mimo sus mejores esencias, entre ellas la comunión con la
Archidiócesis y la parroquia. Les pido además que mantengan con claridad y sin
equívocos su clara identidad religiosa y que no consientan que la dimensión
social o cultural, de suyo relativa y secundaria, prevalezca sobre lo que debe
constituir el corazón de estas instituciones, que son, ante todo, asociaciones públicas
de fieles con una finalidad muy clara, el culto, la santificación de sus
miembros, el apostolado y el ejercicio de las obras de caridad. Os recuerdo la
frase feliz del Papa Benedicto XVI en su encuentro con las Hermandades de
Italia en el año 2006: “Las Hermandades son escuelas de vida cristiana y
talleres de santidad”.
Defender todo esto es servir a la verdad más auténtica y profunda de
las Hermandades, mientras que permitir que estos valores se desvirtúen, es
abrir la compuerta a la secularización interna, un mal fatal que todos hemos de
tratar de conjurar. De poco servirían, queridos cofrades, vuestros cultos
esplendorosos y la belleza de vuestras procesiones, si en vuestra vida
asociativa la primera preocupación no es vuestra santificación, el amor a
Jesucristo y a su santa Iglesia, la comunión fraterna, la unidad en el seno de
la Hermandad y la comunión con los pobres. Estaríamos ante un enorme tinglado
de cartón piedra, detrás del cual sólo existe el vacío.
Quiero insistir especialmente en esta carta en la importancia de la
formación cofrade. Sólo se ama aquello que bien se conoce. Sólo podremos vivir
con hondura nuestra vocación cristiana si conocemos el misterio y la persona de
Jesucristo y las verdades capitales de la fe y de la moral cristianas. Os
recuerdo el texto bien conocido del apóstol San Pedro, en el que pide a los
cristianos, que viven en un mundo pagano y hostil, que "estén siempre
dispuestos a dar razón de su esperanza a todo el que se la pidiere" (1 Ped
3,15). El mundo de hoy guarda muchas analogías con aquel al que debieron
enfrentarse los primeros evangelizadores. En esta coyuntura se hace más necesaria
que nunca la formación doctrinal sólida en las verdades de la fe. Con ella,
junto con una intensa vida de oración y un esfuerzo sincero por ser santos,
seremos capaces de vivir nuestra condición y misión de católicos en un mundo
cada vez más refractario al Evangelio.
Para dar razón de nuestra esperanza, necesitamos primero conocerla y
estar convencidos de ella. Ciertamente la fe es un don gratuito que hemos
recibido de Dios, pero esto no significa que haya de ser irracional y ciega.
Debe ser una fe ilustrada y formada.
Desde hace décadas la cultura europea se está deslizando hacia una
especie de apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente, que vive
como si Dios no existiera. Por ello, la Iglesia, hoy más que nunca, tiene el
deber de anunciar al mundo que Jesucristo es su esperanza. En esta tarea, el
apostolado de los laicos es insustituible. Su testimonio de fe es
particularmente elocuente y eficaz, porque se da en la realidad diaria y en los
ámbitos a los que un sacerdote no puede acceder o accede con dificultad. Un
caso típico es la política, el mundo de la economía y del trabajo y la entera
vida pública (CFL 42), ámbitos en los que los laicos deben dar un testimonio
valiente de los valores cristianos.
En las manos de los responsables de las Hermandades y Cofradías de la
Archidiócesis y, muy especialmente de los Hermanos Mayores, Directores
espirituales y Diputados de formación está aprovechar los muchos subsidios con
que hoy contamos, especialmente el Itinerario de Formación Cristiana para
Adultos, que ha publicado la Conferencia Episcopal Española. A ellos les
incumbe organizar encuentros periódicos, charlas, conferencias o círculos de
estudio para profundizar en los misterios de nuestra fe.
A todos os deseo un curso cofrade verdaderamente fecundo y
santificador. Para vosotros y vuestras familias, y para mis lectores de cada
domingo, mi saludo fraterno y mi bendición."
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla




