viernes, 16 de agosto de 2013

Sevilla cumple con la Virgen de los Reyes



Semanasantadesevilla.tv

La Virgen de los Reyes, fiel a la tradición, salió a la calle al filo de las 8 de la mañana, con el sonido de las campanas de la Giralda como telón de fondo, fusionadas con el órgano catedralicio.

La Virgen lucía el manto de Castillos y Leones donado por Isabel II. Quizás, el que va más en consonancia con el conjunto, por la tonalidad, y por el propio paso pues tanto la tumbilla como la peana de la Virgen repiten estos dos elementos del escudo castellano.

Cuatro grandes esquinas compuestas por 1.100 varillas de nardos, entremezclados con blancos claveles, perfumaban el paso de la Virgen cuyo rostro se iluminó, por primera vez, en la Punta del Diamante.

La procesión discurre con la aparente normalidad de siempre. Las vallas se extienden a lo largo de todo el recorrido. Otros años, sólo se hacían visibles en algunos tramos. Hay quien prefiere que no haya más elementos entre la Virgen y el público que las oraciones. Entre los socios, no cesan comentarios en torno a la indumentaria de algunos gráficos.

No les falta razón. Estar dentro del cortejo, aunque sea trabajando, merece cumplir con ciertos patrones estéticos y el bañador es poco o nada aceptable. Otra cosa son los huéspedes de los hoteles de Alemanes, que salen con cara de dormidos a sus balcones y envueltos en mantas de franela, como si de una procesión de Moscú se tratara.

El paso, comandado por Manuel Bejarano y su equipo estuvo una hora y treinta dos minutos en la calle. Las “levantás”, como es costumbre, a pulso aliviado.

A la Virgen le acompaña un silencio maestrante sin albero. Se rompe, sólo, con los motetes y cánticos de la asociación de antiguos alumnos de la Escolanía Virgen de los Reyes, los sonidos militares que la acompañan o los aplausos. El más emotivo, cuando la Virgen , en la tercera y última de sus “posas” se volvió junto al magnolio y miró a una Avenida de la Constitución repleta de público.

Los que saben de estas cosas dicen que, este año, se ha notado el incremento de asistentes a la procesión. Quizás, la crisis ha dejado a muchos sevillanos sin el piso de la playa o sin el todo incluído de Torremolinos y son más los que, en estos días de agosto, se han quedado en la ciudad.

La Banda Municipal abría un cortejo en el que figuraban los miembros de la asociación de fieles, el Consejo de Cofradías y la Sacramental del Sagrario. Se dejaron ver menos canónigos que otros años, sacerdortes, acólitos, la Real Maestranza de Caballería y un séquito a modo de diputados que estrenaban, uniformados, corbata azul Hiniesta.

Tras el paso de la Virgen, el Arzobispo Monseños Juan José Asenjo, acompañado del obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra y el Vicario General de la Archidiócesis, Teodoro León.

Presidía la comitiva de autoridades civiles la subdelegada del gobierno, Felisa Panadero, representación de la corporación provincial. Tras ella, más de una veintena de miembros de la corporación municipal encabezada por el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, y la compañía de honores del ejército, con su banda de música.


A eso de las 9:32 minutos entraba la Virgen a la Catedral, mirando a los fieles, entre los cuales, había algunos postrados en las vallas municipales desde la 1:00 de la mañana. Tras la procesión, bares llenos. “¡Habrá algo menos sevillano que un bar cerrado el 15 de agosto!”, dice un comensal buscando, como loco, una mesa libre. Si eso ocurre, siempre nos quedarán los calientes del Postigo.