Perdone si le ofendo, pero… creo
que nos estamos equivocando. Usted que me lee, y yo que le escribo. Hace tiempo
que erramos el camino, que modificamos nuestros hábitos de conducta de tal modo
que ya casi no reconozco, y estoy seguro que usted tampoco, el mundo de las
hermandades y cofradías. Hace tiempo que confundimos, quizá con la mejor intención,
la cáscara con el fruto, el continente con el contenido, y ahora no sabemos
separar lo importante de lo volátil, lo superficial de lo trascendente.
Perdone si le ofendo, pero… creo
que lo importante no es dónde empiece una Carrera Oficial, por mucho que
defienda que deba empezar en el Monumento a las Cofradías. No creo que sea
importante analizar cada paso que da la comisión técnica creada a tal efecto,
convirtiendo en dogmas simples pasos intermedios, análisis previos a la
decisión definitiva que deberá ser tomada en breves fechas, y que ya todos, y
yo el primero, vamos adelantando. No creo que sea sustancial analizar la
pericia de quienes trabajan por las hermandades y por la ciudad, como tampoco
creo que sea importante la aptitud o ineptitud del Consejo de Hermandades y
Cofradías, o la efectividad o inoperancia de la Delegación Diocesana de
Hermandades.
Perdone si le ofendo, pero… casi
que me da igual, a estas alturas, las hermandades que vendrán en breve a la
Catedral. No sé si serán dos, tres o cinco, no sé si irán el Domingo de Ramos,
cuando ellos quieran o cuando les dicte el Consejo. No creo en reuniones
eternas donde es más importante la copa posterior que la reunión en sí, ni creo
en las declaraciones de muchos dirigentes a distintos medios de comunicación.
Perdone si le ofendo, pero… a
veces, los medios extrapolamos nuestros cometidos, convirtiéndonos en jueces
improvisados de no sé exactamente qué juicio. Creo que damos demasiada
importancia a comentarios hirientes escondidos bajo la más ruin de las
cobardías, y amparados en muchos casos por conseguir una mayor audiencia de la
que tenemos hasta ese momento. Entrada tras entrada soportando insultos,
vejaciones y desprecios de quien no tiene otra cosa que hacer que mirar la casa
del vecino, en lugar de ordenar la suya.
Perdone si le ofendo, pero… estoy
convencido que nos estamos equivocando. Que hemos cambiado tanto la praxis
diaria de nuestras corporaciones, su modo de vida, su rutina diaria, que ya no
nos reconocen ni nuestros antecesores. Hemos dejado de lado lo importante,
convirtiendo en dioses de barro nuestras devociones, nuestras imágenes,
nuestras propias vidas.
Perdone si le ofendo. Pero creo
que no tenemos ni la más remota idea de lo que estamos haciendo. Ni usted que
me lee… Ni yo que le escribo. Casas de hermandad vacías, con más vida
cibernética que real, cultos anclados en el pasado, actitudes escasamente
cristianas en las alturas dirigentes, escasa formación, caridad reducida a
cheques traicioneros, cofradías sometiendo a hermandades... Dónde las risas…
Dónde el buen ánimo… Dónde la alegría…
Perdone si le ofendo… Pero el día
que coloquemos a nuestras imágenes por encima de todo lo demás… Ese día… Quizá
hayamos descubierto lo realmente importante.